BARCELONA BRUTA


Cuanto mas remuevo la mierda, mas mierda sale.....

martes, 30 de mayo de 2017

No se quiere solucionar el problema de los sin techo



http://www.lavanguardia.com/vida/20161116/411885093985/entrevista-joan-uribe-sinhogarismo.html




“Vivir en la calle mata”, asegura Joan Uribe Vilarrodona. Y con esta afirmación no solo se refiere a la situación de vulnerabilidad que afecta a los sintecho, algunos de los cuales han perdido la vida por la agresión de algún desalmado -como le ocurrió a Rosario Endrinal-, sino también al hecho de que la esperanza de vida de este colectivo es mucho más corta que la del resto de la población. Una realidad que Uribe ha podido constatar como director de Sant Joan de Déu Serveis Socials, organización especializada en la atención a las personas en situación de exclusión social.
Su nutrida trayectoria profesional en este ámbito, en la que destaca también su labor investigadora, le ha llevado a ser proclamado recientemente presidente de FEANTSA (Federación Europea de organizaciones que trabajan con personas sin hogar), integrada por 130 entidades de 22 países. Doctor en Antropología por la Universidad de Barcelona (UB) y mosso d’esquadra durante 11 años, Uribe denuncia la pasividad de políticos y administraciones para acabar con el principal problema que afecta a las personas que atiende: la vulneración del derecho a la vivienda.
¿Cómo veía el problema del sinhogarismo antes de dedicarse a paliarlo?
Como lo veo ahora: un error de la sociedad, no de la persona, que es lo que acostumbra a pensar la gente, que las personas sin hogar han hecho malas elecciones en su vida y por eso están en la calle.
¿A cuántos usuarios prevén atender los servicios sociales y entidades dedicadas al sinhogarismo en la ciudad de Barcelona durante los próximos meses?
Sabemos que hay en total unas 3.000 personas sin hogar cada noche en la ciudad de Barcelona, de las que unas 1.000, según el último recuento que se realizó la primavera pasada, duermen en la calle. Así que este invierno es muy probable que estemos en números muy parecidos.
¿Ha habido un aumento de ciudadanos que se encuentran en esta situación?
Sí. En el 2008 el número de personas sin vivienda contabilizadas en Barcelona era menor, de unas 1.800. Si bien en los últimos años se ha incrementado mucho la dotación de servicios para personas sin hogar, ha crecido más el número de personas que necesitan estos recursos, lo cual nos puede llevar a pensar que trabajar con personas sin hogar no es la solución del problema.
¿Y dónde radica el quid de la cuestión?
Que una persona se quede sin hogar es fruto de un no derecho a la vivienda, a los papeles, a la documentación, a la salud, a la educación o al reciclaje formativo, fruto de una desigualdad social, de una precariedad social, de unos salarios cada vez más bajos.
¿Qué posición ocupa España en relación a la media de población excluida residencial de Europa?
No se sabe por un motivo: son muchos los países que no recogen datos o no los recogen bien. La Comisión Europea estimó hace cuatro años que cada noche en Europa duermen en la calle unas 500.000 personas. En otro documento la Unión Europea indicaba que uno de los pilares básicos del cambio consistiría en sacar a 20 millones de ciudadanos de la pobreza de los 80 que había en 2010. Pero desde entonces esos 80 millones se han convertido en 100 millones.
Hay ordenanzas y leyes que criminalizan la pobreza
¿Qué peligros entraña pasar la noche al raso?
La muerte. Las personas sin hogar son uno de los colectivos más susceptibles de sufrir lo que está tipificado en el código penal como delitos de odio y, por desgracia, las agresiones a personas sin hogar ocurren. A medio plazo estar en la calle mata. Un estudio reciente concluía que la expectativa de vida de las personas sin hogar es de 53 años, mientras que la media de la población supera los 70 años.
¿Qué otros problemas acarrea la indigencia?
Que son personas que están solas y se sienten solas y a menudo se sienten tratadas como mobiliario urbano; se les niega su dignidad porque se las estigmatiza, y eso quiere decir que se las considera menos persona, con todo lo que eso conlleva. Otro de los grandes problemas es el de los derechos, porque el estar sin casa y en la calle es una manifestación muy extrema de que te faltan un montón de derechos que otras personas sí tienen.
¿Tiene conocimiento que algunos usuarios que atiende Sant Joan de Déu Serveis Social hayan sido multados en estos últimos meses por pernoctar en la calle?
En el corto plazo, no tengo esa referencia. Hace unos años se articuló un protocolo por el cual las personas sin hogar que fueran multadas, se les quitaría la sanción si servicios sociales hacía un documento conforme les estaba haciendo un seguimiento. Pero, ¿qué ocurre con los que no acuden a servicios sociales, que son muchos?
Continúe.
En cualquier caso, en Barcelona y en la mayoría de ciudades de toda Europa hay un doble rasero, en el que por un lado, se articulan sistemas de protección social y se intentan articular recursos especiales para las personas más vulnerables, pero por el otro, se aprueban normas legales que criminalizan al excluido social, como multar a alguien por orinar en la calle porque no tiene acceso a un urinario público ni semipúblico. A veces es una cosa más social e instintiva, pero otras veces es una cosa muy normativa: hay ordenanzas y leyes que criminalizan la pobreza.
¿Qué razones principales llevan a algunos ciudadanos a acabar viviendo en la calle? ¿Las drogas?¿El alcohol?
No es verdad que una persona sin hogar sea alcohólica o drogadicta. Varios estudios indican que la población sinhogar que asegura tener problemas con el alcohol es solo el 7% del total. El problema básico que tiene una persona que está en la calle es no tener un lugar dónde vivir. Nosotros trabajamos tanto con gente que dejó los estudios a los 10 años como con personas que se han doctorado, han ejercido de profesionales liberales o extrabajadores del sector de la construcción.
¿Hay usuarios de vuestro servicio que proceden de ejecución hipotecaria o desahucio por impago de alquiler?
Sí, los hay. No son la mayoría porque se han ido articulando mecanismos en Barcelona para paliar esa situación lo antes posible.
Algunas personas se podrían plantear por qué los sintecho no pegan una patada en la puerta de un piso desocupado como algunos desahuciados hacen.
Hay que sí lo hacen. De hecho, yo tengo familia y si me encontrara en la situación, antes de ir a la calle, supongo que daría una patada en la puerta. En cualquier caso, creo que la pregunta de fondo es: ¿cómo se puede llegar a vulnerar el derecho a la vivienda?, ¿cómo el tema de la dación en pago no ha sido corregido? Más allá del grave problema de perder el piso, tener una deuda pendiente está condenando a la pobreza de por vida a las personas que firmaron la hipoteca y a veces puede estar condicionando el crecimiento de sus hijos.
Sin embargo, ¿conseguir un techo para las personas sin hogar soluciona por sí solo el problema?
En sí mismo no es la solución porque un techo puede ser un centro residencial, donde no querrías vivir ni tú ni nadie. Se trata de poder ofrecer a estas personas una vivienda digna en la que puedan tener una seguridad, con acompañamiento social.
¿Es difícil llegar a los sintecho que llevan mucho tiempo en esta situación?
La mayoría de las 3.000 personas que viven en las calles de Barcelona acuden a los servicios sociales para no dormir en la calle, pero todas las plazas –unas 2.000- están ocupadas y hay listas de espera. Pero sí es cierto que hay un porcentaje minoritario de estas personas a las que tenemos que acercarnos y les cuesta o no quieren recibir ayuda.
Es una de las consecuencias de la indigencia crónica.
Las estadísticas dicen que solo un 2% ya se conforman con la situación. La cartera de servicios que se les ofrece no les funciona. Aparte de eso, hay circunstancias personales, como de salud orgánica o mental, que hace que haya personas ubicadas en algún tipo de recurso que no estén bien y lleguen a preferir la calle a ser atendidas. El proceso de reflexión sobre cómo mejorar la cartera de servicios bien dotada y amplia de la ciudad de Barcelona es totalmente pertinente.
Nosotros trabajamos tanto con gente que dejó los estudios a los 10 años como con personas que se han doctorado
¿Qué otros estigmas persiguen a los sintecho?
Decir que es un vagabundo, indigente o un homeless ya es un estigma. De hecho, la mayoría de las personas atendidas por la red no tiene la imagen que existe en el imaginario colectivo de lo que es un homeless. Aproximadamente el 30% de las personas que llegan a uno de nuestros centros derivadas del ayuntamiento están trabajando con contrato, pero a pesar de tener trabajo y salario, no tienen acceso a una vivienda ni se pueden costear una habitación en un piso compartido.
¿Cuántas personas sin techo logran salir de la calle y rehacer su vida?
No lo sabemos, la gente que está en la calle no se mide a nivel nacional. Y cuando una persona deja de ser atendida, desconocemos seis meses después si está en otro centro, en otra ciudad o ha rehecho su vida. Lo que sí sabemos es que las personas atendidas en programas de vivienda tienen un éxito mucho mayor que las que son atendidas en programas de centros residenciales.
¿En qué consiste el modelo Housing First, que usted considera que debería implementarse en la ciudad de Barcelona?
Housing First es un modelo de trabajo con personas sin hogar en el que se les reconoce el derecho a la tenencia de una vivienda y, a través de un acompañamiento social, el usuario acaba gobernando su propio proceso de mejora. Esto acaba dando unos resultados buenísimos –más del 80% de las personas atendidas consiguen salir de la situación de sinhogarismo- y no le cuesta a la sociedad más que los modelos existentes hasta la fecha. En el futuro deberíamos tener más plazas residenciales en viviendas que en centros residenciales.
¿En qué se diferencia del actual modelo de Escalera de Transición?
En el modelo actual la persona contacta con el sistema de protección social y va subiendo peldaños: se le ofrece un sistema de primera acogida, donde su estancia temporal es más corta, y de ahí pasa a otro centro con una estancia más larga y con más acompañamiento social, y luego a un piso de inclusión. La moraleja de este modelo es que, al ir cambiando de profesionales y maneras de hacer, la posibilidad de que esa persona acabe desentendiéndose del sistema o no le acabe funcionando es más alta.
¿Cuáles son los países europeos que mejor tratan el problema del sinhogarismo?
No existe el país ideal al que todos queramos parecernos, aunque sí que hay algunos países que han hecho cosas muy interesantes. Por ejemplo, Escocia inició toda una aplicación de una ley que garantiza el derecho a la vivienda y hoy en día casi todas las personas que se quedan sin vivienda se les da una respuesta afectiva y acaban teniéndola; en Finlandia o en Dinamarca, que aplican el modelo Housing First, han conseguido reducir a la mitad o a más de la mitad la población sinhogar mientras que en la mayoría de países no ha dejado de crecer.
¿Qué hechos o datos le han causado mayor estupefacción durante su labor investigadora?
Las personas sin hogar tienen una prevalencia de enfermedad mental del 75%. Es gravísimo.
La gente siempre se plantea qué fue antes si el huevo o la gallina.
La idea generalizada es que la enfermedad mental les ha llevado a la calle y la realidad es que acontecen las dos cosas: hay personas que por un problema de salud mental acaba en una situación de exclusión residencial, pero también hay otras que por la dureza de lo que significa vivir en la calle acaban desarrollando un problema de salud mental. Lo mismo sucede con las adicciones: no son mayoritarias en las personas sin hogar, llegan a esa adicción como una de las maneras de sobrellevar la situación de sinhogarismo.
¿Cómo debemos actuar cuando nos cruzamos a un sintecho?
Con educación, igual que lo haríamos con otra personas. Si se cruza a una persona que le pide dinero en la calle y usted no quiere dárselo, mírele a los ojos y dígaselo de manera educada, pero no actúe con indiferencia.



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