BARCELONA BRUTA


Cuanto mas remuevo la mierda, mas mierda sale.....

viernes, 15 de diciembre de 2017

BCN SOCIAL. El Régimen Asistencial



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Las entidades persiguen las ganancias y sus profesionales las obtienen a través de expedientes exitosos
El pan de cada día en los servicios sociales de Barcelona, tanto para los profesionales como para las personas usuarias, se manifiesta en forma de entrevistas y citas. Estos encuentros se hacen para construir y mantener un vínculo, entre las personas necesitadas de ayuda social y las entidades gestoras de estas ayudas, teniendo como objetivo final, la evaluación, la medición y la supervisión de las capacidades que puedan reflejarse en la persona atendida. El seguimiento y el plan de ahorro, se han instrumentado para canalizar los fondos de las partidas presupuestarias. Aunque las ayudas, monetarias y no monetarias, son el instrumento principal de las entidades sociales, para sus profesionales periféricos, de trabajo, educación e integración social, no lo son. Las ayudas sociales, son para los profesionales lo que son los expedientes y los informes para las entidades, y el seguimiento al usuario, así como el control de su expediente, son para los profesionales lo que es el dinero para sus entidades. Las entidades obtienen fondos a cambio de resultados en forma de gastos, informes e indicadores, y lo hacen por medio de sus profesionales, quienes a través de la generación y el seguimiento de expedientes, logran el objetivo institucional. Las reglas son muy sencillas y no hay una legislación compleja que haga regular las pautas de gestión, es decir, que no existe una normativa en cuanto a las formas de obtener y lograr los objetivos institucionales, quedando al libre mercado, pos así decirlo, la elección del usuario idóneo y la forma más rentable de trabajar.
El seguimiento es la razón del trabajo social
El instrumento de poder que poseen los profesionales, no es realmente percibido por ellos mismos como tal, es decir, que no existe la conciencia de este poder ejercido sobre las personas que atienden. A su vez, las personas usuarias, sí que perciben este poder al que están sometidas, e intentan adaptarse lo mejor posible, desarrollando la mayor parte de las veces una actitud seguidora y un tanto sumisa. Entre usuarios y profesionales, se desarrolla un vínculo cuyo progreso entraña una retroalimentación cíclica, es decir, que de entrada se despliegan unas posturas de dominio y sumisión, y una vez asumidos los papeles, dichos papeles condicionan y guían la relación entre ellos, para luego volver a modularse los papeles a causa de la relación. La relación de usuario-profesional sufre el mismo proceso cognitivo de iniciación, crecimiento y maduración, que sufre cualquier relación social, sea familiar, de amistad, laboral o de pareja. El carácter materno paternal es muy dominante en el asistencialismo social actual, y aunque se trate de un servicio público a personas adultas y no a unos niños, los servicios sociales acaban imponiendo una doctrina muy similar a la de cualquier religión.
Las entrevistas de ahora son las confesiones de antes, y las pautas del plan de seguimiento son las aves marías y las letanías que imponían antes
Esta clase de relación, actualmente no se da en ningún otro sector de servicios, sean públicos o privados. Existía antes cuando la iglesia era la institución dominante del estado y los párrocos administraban y supervisaban la fe; la que existe actualmente, es a causa de una falta de interés público y la manifestación de los sentimientos morales que gobiernan la vida de los ciudadanos, pues no es más que la transcendencia de la anterior y medieval relación caritativa. Los servicios sociales actuales son una adaptación del negocio de la caridad a las costumbres modernas, de ahí que la relación sea de dependencia entre usuarios y profesionales. Aunque exista bastante teoría en materia de sociología, a la practica se emplean las mismas técnicas caritativas de siempre, pues se sigue persiguiendo un vinculo fuerte y un proceso de fidelización del usuario, es decir, que se busca institucionalizar a las personas, a que no recuperen sus libertades de forma no asistencial, sino dentro de un marco institucional preestablecido. Tanto para las personas trabajadoras como para las usuarias, esta relación supone mucha toxicidad moral, mucha fatiga, y en algunas ocasiones mucho estrés. Ninguna de las dos partes tienen la culpa de verse envueltas en un baile fastidioso, pero ahí están actuando las dos por necesidad, y aunque se vean cada una por su lado muy diferente a la otra, no son más que las dos caras de una misma moneda, pues una a nacido a raíz de la otra, y la otra sigue existiendo a raíz de aquella.
Cuando lo pierdes todo, tan solo te queda la simpatía, porque nadie te reconocerá los derechos sociales
Los procedimientos de la asistencia social se han institucionalizado en un modelo estándar para cada entidad, y han madurado en forma de procedimientos estandarizados. Cualquier profesional nuevo que se vaya a incorporar, así como cualquier usuario nuevo que vaya a ser atendido, quedará inmerso en un sistema de patrones fuertemente consolidados que le hará comportarse como una maquina, y será gracias a la experiencia institucional adquirida en un marco de libertad y ausencia de procedimientos científicamente probados. Uno de estos procedimientos es el plan de ahorro, y es la peor tortura que sufren las personas usuarias bajo el seguimiento del profesional asignado. La persona usuaria está forzada y obligada a cumplir con una actitud casi estoica y muy parecida a la que impone el FMI a los países endeudados, es decir, que los profesionales imponen a sus usuarios lo que ni ellos mismos serían capaces de hacer en sus condiciones mas o menos acomodadas, para no hablar de si se encontrarían en la situación misera de los usuarios. Los profesionales exigen y persiguen a los usuarios el cumplimiento del plan de ahorro, y estos últimos adoptan una postura sumisa mientras estén bajo presión, pues en cuanto se ven liberados de tal fastidio, vuelven de inmediato a expresarse con normalidad. Obviamente no les pasa a todos, porque no todo el colectivo atentido tiene ingresos o rentas, y dentro de los que las obtienen, sea mediante pagas sociales, sueldos y salarios u otras clases de rentas, existe un porcentaje muy alto que puede sobrellevarlo bien.
De este último subgrupo, la mayor parte son extranjeros quienes han venido a este país con el objetivo de ganar dinero y ahorrar para enviarlo a su país de origen, o llevárselo para cuando quieran volver, pues están aquí por sus altas capacidades laborales y no por haber sufrido la exclusión. Los extranjeros atendidos por los servicios sociales fueron acogidos por encontrarse en situación de sinhogarismo y no de exclusión social, aunque una gran parte de los profesionales del sector no lo interpreten así. En cuanto a esto último, es un hecho causado por una ausencia de literatura exacta y fiable en materia de trabajo social, pues los profesionales se empapan de ambigüedades y relativismo en sus estudios universitarios y no aprenden a diferenciar bien los conceptos, confundiéndolos y tergiversándolos sin querer, por desconocimiento y por tendencia común.
A la hora de atender las solicitudes de auxilio social, los profesionales prefieren acoger a los inmigrantes antes que a los nacionales, por sus conductas sumisas. Estos últimos, ya vienen con esa idea de tener que someterse para ganar algo, mientras que un ciudadano nacional no puede someterse de inmediato, porque la petición y la insinuación le cogen por sorpresa y su reacción es de rechazo y aversión. Para cuando un miembro nacional en situación de exclusión social, aprende la necesidad de adoptar el papel sumiso, ya es demasiado tarde y se encuentra en situación de cronicidad total, a causa del rechazo institucional experimentado. Una persona extranjera, desde el minuto cero en una entrevista, suele caer bien y resulta bastante simpática, mientras que una persona nacional, por el hecho de haber sido marginada, humillada y mal tratada, suele resultar antipática y no merecedora de ayuda, por el hecho de no transmitir la simpatía esperada, de no poseer las altas cualidades y capacidades laborales esperadas, y por poseer alguna clase de adicción.
Dicho esto último, al confundirse los conceptos de sinhogarismo y exclusión social en la mayor parte de la sociedad, los profesionales tienden a aplaudir, apremiar y dignificar a los inmigrantes por sus conductas humildes, sanas y receptivas, y no saben discriminar los efectos del sinhogarismo de los provocados por una exclusión. Juzgando por los resultados a la vista, se deduce fácilmente el error humano nivel institucional, y la causa de este error no puede ser otra más que la disfuncionalidad educativa en las universidades, reforzada por los sentimientos morales del sector. Lo que hay es el producto de lo que se aprende, lo que se aprende es el producto de lo que se enseña, y lo que se enseña, en ausencia de evidencias científicas y trabajos serios de investigación, es el producto de lo que creen que se debería saber y de cómo se debería pensar. La mediocridad profesional expresada en un sector en particular, no es más que el reflejo de una mediocridad académica representante del conocimiento empleado en dicho sector.
Tal y como he dicho antes, los extranjeros suelen acatar con facilidad las pautas del seguimiento, y he aquí la razón del "know how" en el trabajo social, del porqué se hacen las cosas como se hacen, y es debido a que los procedimientos del trabajo social han sido configurados en base a los inmigrantes, quienes al no sufrir la exclusión y estando cuerdos, han determinado los procedimientos a seguir. La entidades y los profesionales, han generalizando y metido en el mismo saco a inmigrantes y nacionales, siendo estos últimos quienes, por los efectos de la auténtica exclusión social, han perdido las capacidades laborales, las de relación social, e incluso la cordura.
Los nacionales sufren un régimen institucional hecho para inmigrantes del tercer mundo
Es injusto y solo ellas, las personas de nacionalidad española, saben lo cruel que es el sistema de servicios sociales, al compararles y hacerles que compitan con los inmigrantes en condiciones absolutas de desigualdad. Es tan injusto y trágico, que se asimila a los regímenes educativos de antaño, donde los niños de padres pobres o campesinos, eran estigmatizados y presionados por los maestros y las maestras, al ser comparados y empujados a competir con niños afortunados en tiempo, recursos y entornos culturalmente elevados.
Para que se hagan una idea del porqué está como está el sector de los servicios sociales, sepan que la democracia, es decir, los sistemas de imposición por influencia mayoritaria, suele reinar en cualquier lado, en cualquier empresa y en cualquier grupo social, sin que el tercer sector se escape a ello. La mayor parte de personas, clientes, proveedores, o participantes, suele marcar, de forma activa, pasiva, directa o indirecta, las normas y los procedimientos a seguir en términos absolutos para una empresa, país o grupo social cualquiera. No es que los inmigrantes han determinado de forma consciente el funcionamiento de los servicios sociales en España, sino que lo han hecho por su mayor presencia en las peticiones de recursos. Las entidades sociales, en ausencia de un consenso estatal y una legislación como es debido, han buscado siempre la rentabilidad con el mínimo esfuerzo posible y han dado paso a que los profesionales vayan buscando lo mismo, ejerciéndose a raíz de las necesidades institucionales y las personales de los profesionales, una selección darwinista entre los solicitantes de auxilio social, dejando al margen a quienes por derecho constitucional les tenían que atender y abriendo los brazos a un colectivo con intereses puramente económicos, los inmigrantes.
El sector se ha adaptado tanto a los inmigrantes, que expulsa, margina y maltrata a los nacionales
Es muy común el hecho de que, la materia prima o la tipología de los clientes, vayan cambiando las formas de hacer en un negocio determinado, e incluso en todo un sector, y lo mismo ha sucedido en el tercer sector de Barcelona, pues los inmigrantes, al representar más del 90% de los usuarios de servicios sociales desde hace más de una década, han ido modificando el trabajo social hasta tal punto de resultar muy perjudicial para los miembros nacionales. En ausencia de regulación en este sentido, las entidades han cambiado mucho el panorama del trabajo social, transformándose todo el sector social público en uno privado de hostelería y turismo para inmigrantes pobres.
Los profesionales comparten más cosas con los usuarios que con las entidades para las que trabajan
En cualquier país, un servicio público debe beneficiar a su propio pueblo, porque de otra manera sería un negocio privadao, pero en Barcelona, a pesar de que el sector de los servicios sociales esté financiado con el dinero de los españoles, los únicos beneficiarios de su gasto, son los inmigrantes pobres y los participantes en las juntas directivas de las entidades, así como sus participantes económicos. Los profesionales del trabajo social, así como los usuarios nacionales, son los únicos perjudicados; los primeros por tener que hacer el trabajo duro a cambio de precariedad laboral, riesgo personal y falta de reconocimiento social, y los segundos por estar desprotegidos ante la vulnerabilidad de sus derechos constitucionales, mientras sufren la verdadera y cruel exclusión social. Lo que ahora no se ve y nadie parece observarlo, en el futuro será visto como uno de los mayores errores institucionales.
El régimen asistencial de los inmigrantes pobres. que impera ahora mismo en el sector de los servicios sociales de Barcelona, tiene consecuencias mortales para muchas personas nacionales, hombres y mujeres que mueren cada año en la miseria y en el olvido, por no cuadrar en tiempo y situación con la naturaleza del sector social actual. El 90% de las personas que ocupan los pisos de Habitatge, de los programas de derivación, así como de los programas Housing First, está formado por inmigrantes, y tan solo una de cada 10 personas es española. Día tras día, mes a mes y año tras año, las entidades incorporan inmigrantes en sus programas de viviendas y no paran de publicar artículos y noticias, jactándose de sus labores sociales, mientras en las calles se pudren personas con derechos negados y olvidados. Esta situación actual es comparable con el "Apartheid" de Sudáfrica, con aquel sistema de segregación racial, pero con la peculiaridad de que, la segregación social en Barcelona, está promovida por los nativos acomodados y afortunados en contra de los nativos marginados.
Se necesita una acción social urgente
Ante esta situación, me gustaría animar a toda la comunidad de periodistas, investigadores, profesionales del sector y activistas, a que investiguen a todo el sector, con todas las entidades y programas, porque no tardarán en descubrir una realidad catastrófica. Ojalá la sociedad empiece a poner los ojos encima de esta situación y actúen en contra de una barbarie producida por un vació de ley y una despreocupación general. El día que lo hagan, que vayan a investigar la situación actual y vayan a rebuscar en todos los registros históricos de los últimos diez años, descubrirán un gran agujero negro de miles de millones de euros sobre las arcas públicas, miles de muertes en la miseria y un auténtico infierno para los ciudadanos excluidos de este país.
Es necesaria una revolución social del tercer sector
El sector de los servicios sociales, tiene que ser público, los profesionales tienen que ser funcionarios con todas las características profesionales de un medico o de un inspector tributario, y el sector contra la exclusión debería ser absorbido en su totalidad por la estructura de la Seguridad Social. Prohibiendo legalmente la caridad en todas sus formas y trabajando en la prevención de la exclusión más que en la gestión de la misma, es la mejor garantía para el derecho a la vivienda, al honor y a la dignidad.
No contribuyas a la ceguera social políticamente correcta. !ACTÚA!

Andrei Cristian Elenei - BARCELONA SOCIAL / ACTUM SOCIALIS